
La función de inicio rápido de Windows lleva varios años integrada en el sistema operativo y, aunque es muy útil en muchos casos, no está exenta de controversia. Hoy te contamos en profundidad en qué consiste y cómo funciona. Con sus pros y sus contras.
Si usas Windows 10 u 11, seguramente ya tengas el inicio rápido activado desde el primer día. Pero, ¿realmente merece la pena dejarlo así o deberías considerar deshabilitarlo? Vamos a analizar todas las aristas de este tema para que tomes la mejor decisión según tu situación.
Qué es el inicio rápido de Windows y cómo funciona
El inicio rápido —o Fast Startup— es una función introducida por Microsoft desde Windows 8 destinada a reducir el tiempo que tarda el sistema en arrancar tras apagarse. Pero lo interesante es cómo lo consigue: mezclando el apagado tradicional con una especie de hibernación parcial. No es exactamente hibernar ni apagar completamente el ordenador, sino realizar un proceso híbrido que almacena cierta información clave del sistema antes de apagarlo y la recupera nada más encenderlo.
Cuando apagas el PC con inicio rápido activo, Windows cierra la sesión de usuario y todas las aplicaciones abiertas, pero en vez de cerrar del todo el núcleo y los drivers, guarda su estado en el archivo de hibernación (llamado hiberfil.sys en el disco duro o SSD). Al encender de nuevo el ordenador, esa información se lee y así el arranque es mucho más ágil, ya que parte del proceso está “precargado”. Esta técnica es especialmente efectiva en equipos con discos duros mecánicos, donde el arranque desde cero suele ser bastante más lento.
La diferencia entre el inicio rápido y la hibernación completa radica en que el primero no guarda los programas y documentos abiertos (como sí hace la hibernación), sino sólo la información base del sistema operativo. Por tanto, tras un apagado con inicio rápido encontrarás Windows “limpio”, pero arrancado más rápido gracias a la información almacenada previamente.
Comparativa: modos de apagado y energía en Windows
Windows ofrece varias opciones de gestión de energía que suelen generar algo de confusión. No es lo mismo suspender, hibernar, apagar —con inicio rápido o sin él— o reiniciar. Vamos a repasar las diferencias más importantes:
- Suspender: Mantiene la sesión y todos los programas abiertos en memoria RAM, apaga la pantalla y pone el equipo en un estado de bajo consumo. Al reactivar, todo está igual que lo dejaste, pero consume algo de batería.
- Hibernar: Copia el contenido de la RAM al disco (en el archivo hiberfil.sys), apaga el equipo completamente y al encenderlo lo restaura tal cual lo dejaste. Útil si quieres continuar exactamente donde estabas, pero el arranque tarda algo más que con inicio rápido.
- Apagar con inicio rápido: Cierra sesiones y programas, transfiere el estado básico del sistema al disco como en la hibernación, apaga el equipo y lo restaura para un arranque más rápido. No mantiene programas abiertos.
- Apagar sin inicio rápido: Hace un apagado total, sin guardar información. Al arrancar, Windows carga desde cero todos los componentes y drivers. Es el modo más “limpio”.
- Reiniciar: Cierra todos los procesos y hace un arranque completo, como si fuese un apagado tradicional, incluso si inicio rápido está activo.
Inicio rápido en Windows: cuándo merece la pena
La principal razón para tener activado el inicio rápido es, evidentemente, la mejora en los tiempos de arranque. Si te molesta esperar a que el ordenador arranque y notas que con inicio rápido la espera se reduce, es un punto positivo. Esta función fue concebida, sobre todo, pensando en los discos duros mecánicos, donde los segundos ahorrados pueden hacer una gran diferencia. En equipos más modernos con SSD, la diferencia es menos perceptible porque el arranque ya es de por sí muy veloz.
Microsoft recomienda de forma general dejar el Fast Startup activo. Enla mayoría de los casos no genera ningún tipo de conflicto. Además, no consume batería ni energía en los equipos portátiles porque, a diferencia de la suspensión, apaga el equipo completamente.

Pros y contras del inicio rápido en Windows
Antes de tomar cualquier decisión, es imporatnte conocer a fondo los pros y contras el inicio rápido de Windows. Aunque muchos usuarios nunca han tenido problemas, hay situaciones en las que esta función puede dar dolores de cabeza. Por ejemplo, las siguienets:
1. Conflictos con actualizaciones del sistema
Uno de los principales inconvenientes detectados es que el inicio rápido puede impedir la correcta aplicación de ciertas actualizaciones de Windows. Esto sucede porque algunas actualizaciones necesitan un apagado y arranque totalmente limpios para completarse.
2. Problemas de estabilidad y hardware
El inicio rápido guarda información del kernel y drivers en el archivo de hibernación. Si durante una sesión se produce un problema, como un driver defectuoso o un fallo de hardware puntual, ese error puede persistir tras un apagado y encendido, ya que realmente no se ha reiniciado desde cero.
3. Imposibilidad de acceder a la BIOS/UEFI
Con el inicio rápido activado, algunos usuarios han reportado que no pueden entrar en la BIOS o UEFI al arrancar el equipo. Esto suele deberse a que el teclado no responde en las primeras etapas del arranque o que el proceso de encendido es tan rápido que no da tiempo a pulsar la tecla correspondiente.
4. Problemas con discos SSD y ciclos de escritura
Cada vez que apagas el equipo con inicio rápido, se escribe información en el archivo de hibernación alojado en el disco. Esto, en equipos con SSD, supone un pequeño incremento en los ciclos de escritura. Aunque no es un factor crítico en la vida útil de un disco moderno, a la larga podría suponer un desgaste adicional innecesario, especialmente si apagas y enciendes el equipo varias veces al día.
5. Entornos de arranque múltiple (multiboot)
Si tienes un ordenador con varios sistemas operativos —por ejemplo, Windows y Linux en el mismo equipo— el inicio rápido puede complicar mucho las cosas. Windows bloquea el acceso al disco duro principal al guardar su estado, impidiendo que otros sistemas accedan a la partición. Esto puede provocar corrupción de datos o imposibilidad de arrancar otros sistemas correctamente.
6. Interferencias con cifrado de disco e incompatibilidades
Ciertos sistemas de cifrado de disco, especialmente los que trabajan a nivel de sector como TrueCrypt o similares, pueden experimentar problemas con el inicio rápido activado. Algunas versiones de Windows e incluso ciertos modelos de hardware antiguo tampoco ofrecen soporte completo para esta función, causando incompatibilidades.
Cómo activar o desactivar el inicio rápido en Windows 10 y 11
El proceso para gestionar esta función no ha cambiado demasiado entre Windows 10 y Windows 11, aunque la ruta puede resultar algo escondida. A continuación tienes los pasos detallados:
- Accede al Panel de Control tradicional (escribe «panel de control» en el menú de inicio, no uses la nueva aplicación de configuración).
- Haz clic en “Sistema y seguridad” y entra en “Opciones de energía”.
- Busca la opción “Elegir el comportamiento de los botones de inicio/apagado” (en el panel izquierdo o dentro del propio menú).
- Pulsa en “Cambiar la configuración actualmente no disponible” (arriba del todo), es posible que te pida permisos de administrador.
- En la sección inferior, verás la casilla “Activar inicio rápido (recomendado)”. Puedes marcarla o desmarcarla a tu gusto.
- Guarda los cambios y cierra el panel.
Importante: Si tienes problemas para ver la opción, asegúrate de que la hibernación está habilitada en tu sistema —de lo contrario, el inicio rápido no aparecerá en las opciones. Puedes consultar nuestra guía para activarlo o desactivarlo rápidamente.
El inicio rápido de Windows es una función pensada para facilitarnos la vida, pero como ocurre con muchas opciones avanzadas, es importante conocer sus implicaciones. Saber cómo activarlo o desactivarlo te permite adaptar tu ordenador a tus necesidades reales, sin tener que resignarte a fallos recurrentes o arranques lentos. Al final, la elección es tuya.
